Comentario
Quito en la base de la primera navegación por el Amazonas
Si la exploración desde el Atlántico se abandonó relativamente temprano, la empresa conquistadora del altiplano andino desplazaría el epicentro de los descubrimientos por el oriente amazónico en su interés por encontrar una salida al mar desde las cordilleras.
La división del imperio incaico en dos centros de poder --Cuzco y Quito-- se perpetuaría en tiempos de la dominación española. Gobernar en Quito venía a significar, de alguna manera, una suerte de independencia con respecto a Cuzco o Lima y, por tanto, una especie de legitimación de la disposición para ejercer el poder. De ahí la ambivalencia servicio rebeldía que los cargos quiteños ostentaban frente al poder constituido en la capital del virreinato. La rivalidad entre estos dos núcleos políticos se institucionalizaría, y así llegará, hasta la época republicana, aunque ya carente de sentido. Pero no deja de resultar significativo, desde el punto de vista histórico, cómo en sus reivindicaciones fronterizas frente al Perú los ecuatorianos afirman rotundamente su carácter y vocación amazónicos e incluso argumentan repetidamente su primacía en el descubrimiento de la navegabilidad del Amazonas desde las cercanías de Quito hasta el mar.
Ya se ha apuntado el interés que desde tiempo prehispánico mostraron los pueblos del altiplano con los grupos que habitaban la ceja de montaña. Pero si en época incaica el dominio de las poblaciones selváticas era más fácil desde la región cuzqueña que desde Quito, al llegar los españoles la situación se invierte y la dominación del oriente ecuatoriano será una empresa netamente española. Este interés por los territorios orientales será uno de los fundamentos de la empresa descubridora de Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana. Pero resulta especialmente significativo que esa empresa surja del núcleo político quiteño, que, si bien depende política y administrativamente de Lima, manifiesta un cierto grado de autonomía, al menos como centro de colonización y encrucijada de las rutas Norte-Sur y Costa del Pacífico-Altiplano. Se trata de lo que Gil Munilla ha denominado acertadamente el Núcleo Quiteño6, que ejercerá su influencia hasta época avanzada, cuando, a partir de los viajes de los legos franciscanos, de Pedro Texeira y de Cristóbal de Acuña, se establezca la viabilidad de la navegación fluvial entre Quito y el Atlántico.
Pero la situación geopolítica del núcleo quiteño no basta para explicar la fuerza de las iniciativas descubridoras que se originaron o confluyeron en Quito. Sobre todo si se piensa en la dificultad que para el reclutamiento de expedicionarios suponía el estado incipiente de la mayoría de las ciudades fundadas en esta parte del altiplano, que corrían el riesgo de despoblarse por el incremento de las empresas exploradoras. Este hecho es sustancialmente distinto de lo que sucedería en la región cuzqueña algunos años más tarde, cuando se organizaba la expedición de Ursúa a El Dorado, pues aquí existían excedentes relativos de población y, precisamente la incorporación de estos excedentes como expedicionarios, permitía vaciar las ciudades de desocupados, muchas veces propicios a la rebelión.